Testimonios
& Críticas

Irene Lidova, 1953

Este joven ucraniano de rostro oscuro y soñador, criado en una calle de Montmatre, cerca de la plaza Clichy, no era sino un niño en la época en que brillaba ya la primera generación ruso-francesa de las “Baby-Ballerinas”. Muchacho pálido y tímido, un poco encorvado, ejecutaba a disgusto la “barra” fastidiosa en el estudio de Olga Préobrajenska. Su madre, voluntariosa, impaciente, incubaba sus primeros pasos, pero Volodia la mirada con sus grandes ojos pardos llenos de una súplica conmovedora.

Adolescente, había tenido un gusto irresistible por la música, estudió el piano, pero durante la guerra tuvo que utilizar sus conocimientos rudimentarios de la danza para asegurar su subsistencia. Bailó durante los años difíciles en la Revista del gran cabaret Lido – trabajo
nocturno, agotador, ingrato, que dio al joven bailarín seguridad escénica, pero que trabó el desarrollo normal de sus cualidades. El descuida sus lecciones, desalentado de no ver en su arte más que una profesión abrumadora.

En1944, en el curso de un espectáculo de jóvenes, en donde aparecieron algunos de sus camaradas ya en plena gloria, como Ana Nevada o Janine Charrat, Skouratoff, que en ese momento no tenía por nombre artístico sino “Volodia”, baila un “Narciso” montado por
Roland Petit. Este Narciso tan torpe y tan tímido permite a Skouratoff penetrar en el mundo del ballet joven, ya en plena efervescencia. Este debut lo conduce también a Serge Lifar, quien comenzaba los ensayos de “Chota Roustaveli” y que despierta el temperamento tan marcado del joven – un temperamento de bailarín de carácter, nervioso y dinámico. Lifar lo contrata en Monte-Carlo en 1946 y en aquella época Renée Jeanmaire y Skouratoff se asocian, para debutar en una carrera muy prometedora. Ambos danzan juntos Aubade de Francis Poulenc y un año después dan un recital en la Sala Pleyel . Mientras tanto, Skouratoff se recupera, trabaja con encarnizamiento, adquiere un “ballon” excelente y una plástica muy armoniosa, pero sus variaciones clásicas traicionan siempre una ausencia de trabajo continuo. El danza en un recital de Janine Charrat fragmentos del Cantique des Cantiques de Serge Lifar, que da una muestra de su vivacidad animal ; participa en la temporada de los Ballets Russes del Coronel De Basil en Londres en 1947 , pero es en 1948 , con la troupe de los Ballets de Paris que conoce su primer éxito verdadero bailando el “dandy” de Beau Danube en la coreografía de Massine.

 

En "Le Beau Danube"
con Renée Jeanmaire
Foto: Serge Lido

 

He aquí que comienza a sentir su poder ; una fascinante vitalidad se desprende de él, pero algunos meses después, en Londres con Roland Petit, es preso de dudas, se desanima y retoma su libertad. Vuelve a unirse con Ivette Chauviré, pero la condición de partenaire le pesa. El aspira nuevamente a la libertad, vacila y busca.

Finalmente en Florencia, en mayo 1951, se lo reencuentra a la cabeza de una gran temporada de la danza, dirigida por Aurel Milloss. El es más seguro y más ambicioso. Una nueva etapa comienza para Skouratoff algunos meses más tarde en Londres, cuando aparece con Jacqueline Moreau en “Los Ballets des Champs-Elyssées” . El joven bailarín tienemfinalmente un deseo feroz de bailar y de triunfar, tiene conciencia de su encanto, disfruta del éxito. El Marqués de Cuevas lo contrata y Skouratoff se impone rápidamente. Trabaja sin descanso, corrige sus defectos, se libera de sus dudas y esta vez se afirma sin restricciones.

En 1952 se le ve desplegarse cada vez más y afirmar su personalidad : él baila con brío el pas de deux de Don Quichotte, es el seductor bailarín de Tertulia y el conmovedor intérprete de Piège de Lumière de Philippe Hériat.

 

En "Tertulia"
con Jacqueline Moreau
Foto: Serge Lido

 

Pero es viéndolo ejecutar la “lezginska” georgiana, vestido con casaca roja, el puñal a la cintura, que uno descubre al verdadero Wladimir Skouratoff, apasionado, feroz y rápido como una joven águila.

 

"Lezginska"
Foto: Serge Lido