El último
heredero

Wladimir Skouratoff –quien originalmente quería ser pianista– comenzó sus estudios de danza con la célebre Olga Preobrajenska, a los 15 años. Era el único varón entre todas las bailarinas, y al comienzo eran muy pocos los alumnos del famoso estudio Wacker de París. En una oportunidad, y seguramente por su timidez de principiante, Mme.Preobrajenska le aconsejó “tú haz lo que veas hacer a las demás”… que eran todas mujeres.

Con Olga Preobrajenska,
su primera maestra

En los dos años siguientes su profesor fue Alexandre Volinine –quien bailó junto a Anna Pavlova– quien le transmitió el gran estilo tradicional del danseur noble y partenaire exquisito, con el que Skouratoff se destacó posteriormente bailando con Chauviré, Toumanova, Markova, Jeanmaire, Hightower, Moreau, Ferri y tantas otras grandes bailarinas.

 
 

Con Jacqueline Moreau
en “Dúo”
Foto: S.Lido

 

Con Ivette Chauviré
en “Suite romantique”
Foto: Alec Murray


 
 

Con Olga Ferri
en “Giselle”

 

Con Rosella Hightower
en “Piège de lumière”

Dueño de una técnica deslumbradora –sólo era preciso verlo bailar las Danzas Polovsianas del Príncipe Igor para no olvidarlo nunca– así como de una belleza física increíble y una masculinidad innata (rara combinación en un bailarín), Skouratoff fue danseur étoile a partir de 1946, momento en el que Serge Lifar lo vio bailar un Narcisse con la troupe de Roland Petit, que lo impulsó a tomar al joven Volodia bajo su conducción artística.
A partir de entonces y según el mismo Skouratoff, "sin hacerme pasar por un cuerpo de baile, me encomendó roles responsables" bailando así el Chota Roustaveli, "un ballet inmenso en cuatro actos, casi una enciclopedia", con Ivette Chauviré, Janine Charrat, Alexandre Kalioujni y Youli Algaroff, estos dos últimos bailando con Skouratoff una danza guerrera casi acrobática que –según Pierre Michaut– "confrontaba a este notable trío de artistas".
Lifar lo hizo bailar asimismo en Aubade de Francis Poulenc, y en Pygmalion de Prokofieff con Renée Jeanmaire, en Romeo y Julieta de Tchaikovsky, junto a Ivette Chauviré, y en Mephisto vals de Liszt con Ludmilla Tcherina y Edmond Audran, en Le nouveau ballet de Monte Carlo.

En "Aubade" (1946)
Foto: Séeberger Frères

La influencia de Serge Lifar sobre Skouratoff no hizo sino remarcar aquella de Alexandre Volinine en el estilo de danseur noble y partenaire. Pero, según sus propias palabras, “siempre quise hacer algo más”. Y, en nuestra opinión, allí comienza la influencia sobre él de otro genio de la danza y la coreografía, Leonide Massine, que en aquel momento montaba para la compañía Le Beau Danube (Strauss) y de quien, años después, Skouratoff llegaría a bailar también el inolvidable rol del Molinero en Le tricorne (Falla).
Su deseo y estas influencias llegaron a convertirlo en uno de los muy pocos danseurs classiques y también en uno de los mejores démi-caractère.
Es así como en una temporada del Covent Garden de Londres en 1947, bailó el rol del favorito en Schehérezade (R.Korsakoff), que el crítico inglés John Percival describió como su mejor actuación en aquella temporada: “Tan sólo su magnífica elevación podría haber vuelto memorable esta performance, pero su interpretación era aún más sorprendente. Carl van Vechten ha descripto a Nijinsky en este rol, con sus dedos sutiles y sensuales flotando en el aire cerca de la piel de Zobeide sin tocarla jamás; Skouratoff, creando exactamente este mismo efecto, daba una idea de la convicción apasionada que el papel debe haber ganado de su primer intérprete”. (Extracto de un artículo titulado “Él puede convertir un pobre ballet en un éxito”, 1959).

Con Mlle. Cassini
en "Schehérezade"

Luego de breves pero prolíficas temporadas en Les ballets de Paris de Roland Petit y en Les Ballets des Champs-Elyssées, en momentos en que danzaba el rol de Albrecht en Giselle –que con el tiempo se convertiría en una de sus grandes performances– junto a Ivette Chauviré, en 1951 el Marqués de Cuevas, que ya había formado su propia compañía en EE.UU. con estrellas de la danza de aquel país, al ver la función en el Théâtre de l’Empire de Paris, lo contrató inmediatamente como uno de sus danseurs étoiles. Skouratoff permaneció con la compañía hasta la muerte de Cuevas, en 1961.

Otra experiencia inolvidable fue verlo bailar con esta compañía , en las temporadas 1954-1956 en Buenos Aires, momento en el que su estatura artística estaba definitivamente consolidada, bailando en sus grandes creaciones , Piège de lumière (Taras), Le beau Danube ( Massine), las antes mencionadas Danzas polovsianas (Fokine) –nuestro recordado crítico Fernando Emery dijo al respecto que su interpretación era la mejor que se había visto desde la del mítico Adolph Bolm– y el increíble Albrecht de Giselle (Adam-Coralli-Perrot).

 
 

En Buenos Aires
(1956)
Foto: A. Heinrich

 

En Buenos Aires
(1956)
Foto: A. Heinrich

Y debemos señalar que en el marco de esta compañía y en 1954, Bronislawa Nijinska realizó una reprise de los ballets Bolero (Ravel) para Skouratoff y Marjorie Tallchief y Petrouchka (Stravinsky) para Skouratoff y Serge Golovine.

Con Marjorie Tallchief
en "Boléro"

Fue el protagonista masculino en Le rendezvous manqué (John Taras, sobre una obra de Françoise Sagan) en 1958, producción independiente de Roger Vadim representada posteriormente en Londres y EE.UU. Al respecto, los críticos ingleses dijeron que “el peso principal de la danza recaía sobre los hombros de Skouratoff, quien estaba en escena casi todo el tiempo. Él es un excelente bailarín y todo lo que allí debe hacer podría ser considerado uno de los roles masculinos más extenuantes del ballet contemporáneo”.

En "Le rendezvous manqué"
con Toni Lander
Foto: S.Lido

Posteriormente, realizó trabajos para la televisión francesa, como Les filles du feu en donde interpretaba al poeta Gerard de Nerval, danzas sobre la música de Kovantchina de Moussorgsky, L’histoire du soldat, Le rossignol et l’Empereur de la Chine de Stravinsky, Concierto de Aranjuez de Rodrigo y Le mandarin merveilleux de Bela Bartok, todos con coreografías propias especialmente realizadas para la televisión, entre 1958 y 1964.

Anuncio del programa de TV
"Les filles du feu"

(18 octubre de 1962)

En la década de 1960 a 1970 realizó un largo periplo por los teatros europeos, comenzando por el Festival Ballet de Londres, y continuando como coreógrafo en los Teatros de la Ópera de Niza, Strasbourg, Ginebra y Bélgica.
En 1970 fue contratado por el Teatro de la Ópera de Bordeaux como maestro de ballet y coreógrafo, desempeñándose como tal hasta 1990, creando numerosos ballets y fundamentalmente devolviendo a la compañía la gran tradición ruso-francesa de la danza, recibida dos siglos antes a través del célebre Marius Petipa. Hemos realizado un listado por separado de su prolífica obra como coreógrafo en el Grand Théâtre de l’Opéra de Bordeaux, según los archivos consultados personalmente en 2006, en los que figuran cerca de 50 coreografías propias y reprises y más de 30 operetas, creadas a lo largo de los 20 años en los cuales fue maestro de ballet y coreógrafo en Bordeaux.

 
 

En Buenos Aires
(1956)
Foto: A. Castro

 

En "Bolero"

Si bien 1990 marcó el año de su retiro del mundo de la danza, en 2006 fue convocado por el Teatro de la Ópera de Kiev, ciudad natal de Serge Lifar, para que en oportunidad de un homenaje a éste último y gracias a su increíble memoria y talento, pudiera volver a la escena el ballet Aubade que con música de Francis Poulenc, Lifar había creado para Skouratoff y Renée Jeanmaire, nada menos que 60 años atrás, en 1946.

En "Aubade"
con Renée Jeanmaire
(1946)

Esto constituyó un evento único, muy celebrado por los rusos, que guardan una especial devoción por Lifar, así como por todos los descendientes de los compatriotas exilados, como es el caso de Skouratoff, hijo de padres rusos y nacido en Francia.

Creemos que considerarlo entonces el último heredero de la tradición franco-rusa de la Danza es realmente un acto de justicia histórica, sobre todo teniendo en cuenta que casi todos sus contemporáneos ya no están entre nosotros, y fundamentalmente que Skouratoff no sólo lo está, sino que continúa creando y contribuyendo al mundo de la Danza en este nuevo siglo.

Caballero de las Artes y las Letras

En el comienzo mismo de este nuevo siglo, el Ministerio de Cultura y Comunicaciones
ha conferido a Wladimir Skouratoff el grado de Caballero en el orden de las Artes y las Letras, una de las principales condecoraciones de la República Francesa. “Esta distinción quiere honrar a las personas que se han distinguido por sus creaciones en el campo artístico o literario, o por la contribución que ellas hayan aportado a la difusión de la cultura en Francia y en el mundo.” Tal como está expresado en la carta de la Ministro Catherine Trautmann al señor Skouratoff, el 1º de enero de 2000.

Amalia Contursi